Inocentes: Un Llamado a la Justicia y la Liberación

Pedro Emilio Ramirez Ramos, pmé

Inmediatamente después del día de Navidad, nos encontramos con celebraciones que, a primera vista, pueden parecer chocantes en contraste con el espíritu de amor, paz, reconciliación y unidad que nos envuelve este ciclo. Recordamos el 26 de diciembre el martirio de Esteban, considerado el primer mártir que testificó su fidelidad a Cristo Resucitado hasta dar su vida. Es precisamente a Cristo, el Mesías, a quien celebramos en la Navidad, el Príncipe de la Paz que, con su vida, ha traído restauración, reconciliación y la promesa de que, en Él, todo es posible.


Sin embargo, la conmemoración del martirio de Esteban, junto con la memoria de todos los Santos Inocentes dos días después de Navidad, nos recuerda que el misterio de la Encarnación ha dado inicio a la liberación humana. Y esta liberación no está exenta de luchas.   “Su Reino” llega en cada instante, enfrentando desafíos, encrucijadas y persecuciones. La adoración al Niño de Belén en el pesebre sería incompleta si no consideramos el reto de anunciar la Buena Nueva en un mundo lleno de rupturas y tinieblas, aferrados al misterio de la Cruz y la Pasión. Porque Aquél que yace en la humildad del pesebre es el mismo que desafiará la cultura de la muerte en la cruz.


Con San Esteban, hacemos memoria de los mártires de la fe, aquellos valientes defensores de la Verdad que han sido conocidos y reverenciados. Al recordar a los Santos Inocentes, honramos a aquellos que, sin voz, han muerto en las sombras, perseguidos, olvidados y silenciados por el poder, aplastados sin haber podido extender los brazos para clamar misericordia.

Solo el Evangelio de Mateo (capítulo 2) narra la matanza de los inocentes por parte de Herodes. La intención del evangelista no es solo describir un hecho histórico, sino presentar una profunda reflexión teológica. Aunque la masacre no se menciona en los anales de la historia — por ejemplo, el historiador judío Flavio Josefo no hace referencia a tal hecho—, la brutalidad del relato de Mateo es coherente con la crueldad de Herodes. 


Este relato se sitúa en el contexto de la revelación del ángel a San José, la llegada de los Sabios de Oriente que siguen la estrella de la Verdad y el asesinato de los inocentes por parte del tirano. La historia de Mateo nos advierte sobre los peligros del poder absoluto. En el Evangelio de Mateo, Jesús es presentado como el nuevo Moisés, el Liberador definitivo que ha venido a sacar a su pueblo, al nuevo pueblo de Dios, de la oscuridad y la esclavitud.


No es casual que solo Mateo hable de la estrella que guía a los sabios, aquellos que buscan la verdad, la libertad, la justicia y la redención. En Mateo, Jesús es la estrella misma, la luz que viene de lo Alto. Él es, entonces, la Luz que es la Verdad. Los sabios de Oriente siguen esta luz porque buscan la Verdad, mientras que Herodes representa la oscuridad, las tinieblas, la frialdad y la maldad. El que camina en la luz, que es Cristo mismo, vive en la autenticidad del corazón humano.


Herodes, un rey vasallo de Roma y títere del poder dominante, poseía un carácter implacable. Hizo lo que fuera necesario para mantenerse en el poder, incluso asesinando a su esposa, a su hermano y a tres de sus hijos. Utilizaba la represión para silenciar a sus oponentes. Vivió en una época convulsa, donde los territorios bajo su dominio estaban en disputa. Se le conoce también como un constructor de obras, como la segunda reconstrucción del templo. Sin embargo, estas reformas y deseos de grandeza tuvieron un costo muy alto, que implicaron alianzas, estratagemas, impuestos y artimañas políticas que oprimieron aún más a las clases menos favorecidas. Los pobres eran explotados, olvidados y marginados.


A muchos de sus adversarios los hizo desaparecer, arrojándolos en fosas. El relato sobre los inocentes en Belén, repetimos, es teológico. Tal vez, al ser un evento insignificante, por eso no fue recogido en los relatos históricos de la época. Ocurrió en una aldea remota y olvidada, en un tiempo donde los niños no eran considerados personas. Las viudas, huérfanos y extranjeros no eran tampoco sujetos de derecho. ¿Por qué hacer mención de tal acontecimiento frente a otros hechos más relevantes cometidos por Herodes?


El mensaje en el Evangelio de Mateo es claro: por mucho que los poderosos de este mundo se empeñen en permanecer en el poder a costa de todo, y por mucho que los fuertes sigan aplastando a las mayorías y robando la esperanza de sus pueblos, no pueden oponerse a los planes de Dios, que desea que todos tengan vida en abundancia. Dios quiere que el ser humano viva; Dios quiere vida en abundancia para todos, aunque los Herodes y Herodías del mundo se empeñen en disfrazarse de corderos mansos y comprar conciencias.


Los Herodes y Herodías lanzan a sus adversarios a las fosas y siguen matando inocentes. ¿Quiénes son estos Herodes y Herodías de hoy que arrojan a los inocentes a las fauces del olvido, que encarcelan a los oponentes y oprimen a sus pueblos con botas de hierro y fusiles? ¿Quiénes son aquellos que empujan a grandes mayorías al desierto, escapando de la violencia, cruzando en pateras y botes el Mediterráneo, el Golfo de México o las selvas? ¿Quiénes son estos Herodes que compran alianzas a costa de dineros mal habidos, explotaciones mineras ilegales, oro, drogas, petróleo y poder?


¿Sabremos identificar a los Herodes y Herodías de hoy? Por su crueldad y fanatismo político y religioso, cada vez que modifican leyes y constituciones para perpetuarse en el poder. Por su sed de poder y ambición, sembrando oscuridad y muerte. Por las mentiras repetidas mil veces, utilizando todos los medios a su alcance para destruir la verdad y prostituir la justicia. Aquellos que empuñan las armas contra los pobres, que destruyen la selva, secan los ríos y violentan a la Madre Tierra…


¿Sabremos defender con valentía a los inocentes de hoy? A aquellos que son bombardeados noche y día, que son utilizados como escudos humanos. Los inocentes que huyen por crisis humanitarias y ambientales, los desplazados por guerras, los olvidados en las periferias. Ellos son las voces que claman al cielo. Que escuchemos el lamento de Raquel, en el llanto de los desaparecidos en el mar, en las lágrimas de las madres que esperan a sus hijos que regresan de la guerra, y en el grito de libertad de los desaparecidos y torturados por buscar justicia.

Huida a Egipto

Inmediatamente después de la matanza de los inocentes, la Sagrada Familia se ve obligada a huir a Egipto, buscando refugio lejos de la violencia y la crueldad desatada por Herodes. Esta emigración no es solo una acción desesperada, sino un recordatorio profundo de que el derecho a emigrar es inherente a la dignidad humana. Hoy, millones de personas inocentes enfrentan situaciones similares, obligadas a abandonar sus hogares debido a la violencia, la persecución, la escasez y la falta de oportunidades. Estas personas emprenden un viaje en busca de un futuro más humano y fraterno, anhelando un lugar donde puedan vivir con dignidad y seguridad.

En este tiempo de Navidad, que nuestra oración nos inspire a recordar lo más noble de nuestra humanidad: el corazón misericordioso. Que la Misericordia que desciende de lo Alto nos guíe en nuestro actuar, enseñándonos a promover la justicia y a elevar nuestra voz en favor de la libertad de los oprimidos. Debemos comprometernos a luchar contra los injustos Herodes que aún hoy acechan en el mundo.