Protagonistas y temas claves del Adviento

Pedro Emilio Ramirez Ramos, pmé
El Adviento es un tiempo de especial densidad, un ciclo de preparación y reflexión que nos invita a abrir nuestros corazones a la llegada de Jesucristo y a la “inauguración” del Reino de Dios, de justicia y libertad.

Durante estas semanas, la liturgia nos guía en la relectura de los eventos de nuestra historia, invitándonos a ponernos en marcha y a estar atentos al momento de consolación y restauración que se avecina. A medida que nos acercamos a la celebración del nacimiento de Cristo, hagamos memoria de cómo podemos vivir este tiempo con autenticidad y propósito, siguiendo el ejemplo de aquellos que nos precedieron en la fe.


Isaías, profeta de la consolación y de la promesa

Durante el Adviento, el libro de Isaías desempeña un papel fundamental al transmitir un mensaje de esperanza y anunciar la venida del Mesías. A lo largo de este tiempo, se leen pasajes de Isaías de manera semi-continua, enfocándose en las profecías que nos preparan para la celebración de la Navidad. Frases como "Consuelen, consuelen a mi pueblo" (Isaías 40:1) y el llamado a "preparar el camino del Señor" (Isaías 40:3) resuenan en nuestros corazones, recordándonos la importancia de la preparación espiritual y el consuelo que trae la llegada de nuestro Salvador.

El primer domingo de Adviento presenta lecturas que apuntan tanto a la venida final del Señor en gloria como a su primera llegada, con las profecías de Isaías como eje central. "Vamos, caminemos en la luz del Señor", reconociendo que el Señor es el Alfarero y nosotros la arcilla en sus amorosas manos. ¡Somos obras maestras en las manos del Señor! (cf. Is 63). Estas son algunas de las frases que escuchamos en los primeros días de Adviento. Las lecturas de Isaías durante el segundo y tercer domingos incluyen profecías clásicas, como el retoño que brota del tronco de Jesé (Isaías 11:1) y la voz que clama en el desierto (Isaías 40:3), que se cumplen en el nacimiento de Jesús y en el ministerio de Juan el Bautista.


Juan el Bautista, profeta desde la periferia

El Bautista desempeña un papel muy significativo durante el ciclo de Adviento, pues él es el que actúa como precursor de la llegada de Cristo. Su ministerio se caracteriza por un llamado urgente a la conversión y a la preparación de los senderos de nuestra vida ante la inminente llegada del Señor. Es una voz que retumba desde el desierto y la periferia, clamando por la liberación de los oprimidos, llamando a la rectificación de todo signo de exclusión e invocando la justicia y el derecho. La figura de Juan el Bautista se destaca en los evangelios leídos durante el Adviento, especialmente en el segundo y tercer domingos, donde se enfatiza su mensaje de transformación y expectativa: "Su reino está pronto."

Adviento es anhelo, sed profunda de justicia y libertad. Por eso, en este contexto, la proclamación de Juan el Bautista: "Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos" (Lc 3:4), tiene un gran valor y encapsula la esencia de esta temporada litúrgica. Anticipación, esperanza y camino se alinean juntos, reescribiendo las sendas. 

La vida de Juan y su predicación en el desierto, sirven como modelo para reflexionar sobre la simplicidad de nuestra vida, así como la humildad y sencillez del anuncio de la Buena Noticia. Su voz también nos recuerda la urgencia de la liberación de los oprimidos y el retorno de los exiliados; es tiempo de estar despiertos, ¡se acerca nuestra liberación!

Isabel y Zacarías, de la observancia de la ley a la novedad del Evangelio

Ambos juegan roles significativos en el Adviento, especialmente en la próxima llegada del Mesías. En el Evangelio de Lucas (capítulo 1), Zacarías escucha la voz del ángel Gabriel en el templo. Ese hombre, aunque justo y bueno, es anciano y sin hijos, reflejando así el envejecimiento y acartonamiento de los “santos y la ley de Moisés”. Isabel, también entrada en años, contrasta con la juventud y agilidad de María, la Doncella. Isabel y Zacarías no tienen heredero, pero su fe en las promesas de Dios hará posible que Dios escuche sus plegarias.

El anuncio del nacimiento de su hijo, Juan el Bautista, por parte del ángel Gabriel, es un momento crucial para Zacarías. El ángel le dice: "No temas, Zacarías, porque tu oración ha sido escuchada; y tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan" (Lc 1, 13). Juan será el precursor y más grande profeta que clama en el desierto la hora de la llegada del Reino de Dios y su justicia.

Además, el encuentro de Isabel con María, quien la visita tras la Anunciación, resalta la alegría y el reconocimiento de la presencia de Dios. Llena del Espíritu Santo, Isabel proclama a María como "la madre de mi Señor", y su hijo no nacido, Juan, salta de alegría en su vientre al oír el saludo de María. Este encuentro entre las dos mujeres simboliza la unión de lo antiguo con lo nuevo, donde la ley de Moisés se encuentra con la novedad del vino nuevo traído por Cristo. Este momento subraya la interconexión de sus roles en la historia de la salvación y la alegría que acompaña el ciclo de Adviento.


San José, hombre del silencio y la disponibilidad

San José desempeña un papel crucial durante el Adviento, especialmente en el contexto de la anticipación del nacimiento de Jesús. Aunque no pronuncia una sola palabra en todo el Nuevo Testamento, recibe de Dios el mandato de acoger, cuidar, proteger y guiar a María y al Niño. Los sueños en los que Dios revela su voluntad a este carpintero son un testimonio de su disponibilidad para escuchar la voz divina. San José es un hombre de discernimiento y acción, actuando desde las sombras sin buscar protagonismo. Su aceptación del plan divino, a pesar de las incertidumbres y posiblemente críticas que enfrentó, sirve como un ejemplo inspirador para todos nosotros en este tiempo de reflexión y espera.

En una época donde el valor de una persona pareciera medirse por el número de seguidores, las interacciones y los "likes", San José se presenta como un modelo esencial para la acción misionera y la animación de nuestras iglesias en el anuncio del Evangelio, gracias a su simplicidad y humildad silenciosa. Él, el carpintero de Nazaret, no busca protagonismo; en cambio, toma en sus brazos a María y al Niño, presentándolo al mundo con su cuidado y guía. Es el Niño quien realmente importa y destaca en esta historia.


La Iglesia recuerda sus virtudes y su papel fundamental en la Sagrada Familia, destacando su obediencia y fidelidad a las promesas de Dios, algo esencial en la preparación para la venida de Cristo. 


María: Mujer del Adviento, Madre de la Esperanza

Durante el tiempo de Adviento, la Iglesia resalta el papel fundamental de la Virgen María en el misterio de la salvación. La liturgia de esta temporada está impregnada de referencias a María, especialmente del 17 al 24 de diciembre, cuando las lecturas evocan las antiguas profecías sobre la Virgen Madre y el inminente nacimiento del Mesías Redentor y Príncipe de la Paz.

En María se cumplen las promesas susurradas a los profetas desde tiempos inmemoriales. Los fieles y los humildes que han permanecido firmes en la esperanza han encontrado luz y salvación en Jesús. Y María representa a todos los pobres de Yahvé, fieles a las Palabras y Promesas de lo Alto.

El Adviento tiene un profundo carácter mariano, pues la Iglesia nos invita a seguir el ejemplo de fe y humildad de María mientras anhelamos la llegada de nuestro Salvador. La humildad y la creación toda esperan y aguardan, como una madre anhela el advenimiento del hijo de sus entrañas.

Junto a María, y con todas las mujeres y hombres santos y santas de Dios a lo largo de la historia, elevamos nuestras voces en un canto de esperanza: Maranatha, ven Señor, no tardes en llegar. Ven a disipar las tinieblas del odio y la división, recrea la faz de la tierra, derriba a los poderosos de sus tronos y enaltece a los humildes.

Que María, primera misionera y discípula, nos acompañe cada día en esta espera. Que su fe y fortaleza nos sirvan de ejemplo para aguardar vigilantes, despiertos y alegres la mañana del nuevo día de la salvación.