Corpus Christi : la Unidad Subyacente de la Familia Humana


Este domingo, nos reunimos para reflexionar sobre una profunda metáfora que se nos presenta en las Epístolas de Pablo, los Evangelios y místicos contemporáneos como Teilhard de Chardin: el Cuerpo de Cristo.


El apóstol Pablo usa la analogía del cuerpo de Cristo extensamente en sus Epístolas para enseñar que la iglesia no está confinada a paredes o fronteras. Es universal, abarcando toda la humanidad. En 1 Corintios 12:13, Pablo escribe: “Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo, ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” Este pasaje nos llama a una inclusión radical, donde nadie es excluido del amor de Cristo.


Más adelante en Corintios, Pablo nos recuerda que así como el ojo no puede decirle a la mano, “No te necesito”, no podemos ignorar el valor de los demás que son miembros del mismo cuerpo.


La inclusión no es meramente una sugerencia; es un mandato. En Gálatas 3:28, leemos: “Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.” Nuestra unidad en Cristo trasciende todas las divisiones terrenales, llamándonos a abrazar a cada persona como un miembro querido del Cuerpo de Cristo.


Este tema de la inclusión radical también impregna los cuatro Evangelios. Se nos enseña a amar a nuestros enemigos y a estimar a los humildes y abatidos.
En la lectura del Evangelio de este domingo de Marcos, encontramos a Jesús instituyendo el sacramento de la Comunión durante la Última Cena. Tomó pan, y después de bendecirlo, lo partió y se lo dio, diciendo: “Tomen; esto es mi cuerpo” (Marcos 14:22). Jesús hace esto en el contexto de invitar a los leprosos y marginados a su mesa.


En uno de sus escritos místicos más destacados, Teilhard de Chardin escribió “El himno del universo”, donde expresó la idea de la Eucaristía extendiéndose más allá de las paredes de la iglesia hacia el cosmos. Él veía cada elemento de la naturaleza como parte de una gran celebración eucarística, con el mundo mismo sirviendo como altar.


Teilhard insistía en ver a la población humana como una sola familia global, reconociendo la necesidad de la solidaridad global. Creía que el acto de ver, o de crecer en conciencia de la realidad en la que vivimos, era esencial para esa unidad.


Desde mis primeros recuerdos, la metáfora—o más exactamente, el sacramento—de la comunión ha ocupado un lugar especial en mi espiritualidad. Sirve como un profundo recordatorio de nuestra interconexión y humanidad compartida. Así como el pan y el vino simbolizan el cuerpo y la sangre de Cristo, también representan la unidad subyacente de todas las personas. Al participar de manera remota en esta ceremonia en línea, nos unimos a la exhortación del Papa Francisco de orar por la unidad de la familia humana, trascendiendo divisiones y abrazando la evolución de la conciencia hacia un mundo más interconectado y armonioso.


Arthur Blomme, 30 de mayo de 2024