Construyendo puentes en un mundo fracturado:La mesa y el banquete de la solidaridad
Viviendo en un mundo fracturado, con tantos heridos en el camino, estamos llamados a la solidaridad. Debemos convertirnos en tiendas y hospitales de campaña, como nos invita el Papa Francisco. Es esencial que la Iglesia se arriesgue a construir solidaridad y fraternidad, derribando los muros que nos dividen. Debemos ser una Iglesia profética, que invite a todos al banquete del amor y la generosidad de Dios.
Un evento desafortunado
A la luz de la fe, trato de releer un evento desafortunado que ocurrió hace varias semanas. Fui víctima de un accidente de moto. Tirado en medio de la carretera, la ayuda llegó de inmediato. ¡Pura gratitud y generosidad por parte de las personas que acudieron a mi auxilio! Minutos después del incidente, ya estaba en urgencias en un hospital. La rapidez con la que fui atendido ante la emergencia de mi situación y la forma en que me cuidaron me marcó profundamente.
Este evento me recuerda, en primer lugar, el entierro de Jesús, que ocurrió en la víspera de la gran fiesta de Pascua. Efectivamente, no había tiempo que perder. Además, me invita a reflexionar sobre su resurrección, que es la razón de nuestra esperanza y resalta la urgencia de comunicar esta noticia.
La urgencia de salir al encuentro
El Evangelio de Juan ilumina mi memoria: Jesús es sepultado en una tumba nueva “casi de prisa”, debido al comienzo del sabbat. Luego, apresuradamente, las mujeres van a la tumba antes del amanecer del primer día de la semana. María Magdalena encuentra la piedra removida y vuelve corriendo a contarle a Pedro y al discípulo amado lo que ha sucedido (Juan 20, 1-10). Ambos corren hacia la tumba, y probablemente María los sigue.
Esta urgencia resuena como el llamado a la solidaridad al que nos enfrentamos hoy. Debemos actuar con la misma urgencia en nuestro servicio a los heridos en el camino.
Como Iglesia, debemos correr hacia los marginados, los desplazados y los olvidados, llevando con nosotros la luz del Evangelio y el amor de Dios.
La urgencia misionera de invitar a todos al banquete es más vital que nunca. En medio de los conflictos y las vicisitudes del viaje, debemos esforzarnos por encontrarnos con el Resucitado. Al descubrir los signos de su amor, la piedra removida, se nos invita a no callar la noticia, sino a compartirla y difundirla con urgencia. Como nos dice el Señor: «Vayan y díganles a mis hermanos y hermanas que subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios» (Juan 20, 17).
La comida
Hemos llorado frente a la tumba, tal vez sintiéndonos como los siervos que fueron invitados al banquete de bodas, pero que no respondieron positivamente a la invitación.
Pero el signo de la resurrección es que la piedra ha sido removida y el Maestro pronuncia nuestros nombres. El signo de la resurrección es que el banquete de bodas está preparado y todo está listo para celebrar las bodas. Con vino nuevo y ropas nuevas, regalos del propio Rey (cf. Mt 22, 1-14).
La misión: Extender la mano a la humanidad
La misión consiste en extender constantemente la mano a toda la humanidad, hasta los confines de la tierra, para invitarla al encuentro y a la comunión con Dios.
El amor y la misericordia de Dios están al alcance de todos, y como creyentes, nuestra tarea es extender esta invitación a todos, estén donde estén en su camino espiritual.
Dios camina con su pueblo y nosotros, su pueblo, vamos a su encuentro. Reconocemos que el banquete del Reino es gratuito y que viene a nosotros al tiempo que nosotros también vamos hacia él. Debemos compartir la alegría de las bodas con «todos, todos, todos», invitándolos a unirse a la celebración.
Salir
En su mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones 2024, el papa Francisco advierte sobre el riesgo de una Iglesia que no deja salir al Señor. Varias veces ha mencionado la tentación de una Iglesia autorreferencial, una Iglesia centrada en sí misma, que se aferra a las tradiciones con nostalgia del pasado. El Papa insiste en que toda la Iglesia debe «salir continuamente con su Señor y Maestro hacia las encrucijadas de hoy».
«El drama de la Iglesia es que Jesús sigue tocando a la puerta, pero desde dentro, para que lo dejemos salir. Muy a menudo, terminamos siendo una Iglesia [...] que no deja salir al Señor, que lo retiene como su “propia cosa” cuando Él vino para la misión y nos quiere misioneros», afirma.
Los invitados al banquete
Además, el Papa subraya que los últimos y los marginados de la sociedad son los invitados especiales del Rey. La misión universal requiere el compromiso de todos y es necesario seguir el camino hacia una Iglesia plenamente sinodal y misionera al servicio del Evangelio.
Este llamado nos impulsa a reconocer a Jesús en nuestros hermanos y hermanas y a difundir, con urgencia y alegría, la Buena Nueva de su resurrección. Debemos participar activamente en el banquete del Rey, compartiendo su amor y bondad con todos los que encontremos en nuestro camino. Es urgente hacerles entender a los últimos y marginados que son invitados especiales al banquete. La misión de llevar el Evangelio a todos los pueblos debe reflejar el mismo estilo del que se anuncia, como menciona el Papa Francisco en su mensaje: ¿Cómo podemos transformar nuestras comunidades locales y nuestras iglesias en tiendas y hospitales de campaña para ofrecer nuestra solidaridad a quienes más la necesitan?
* Pedro Emilio Ramirez Ramos es un sacerdote de la Sociedad de Misiones Extranjeras de Quebec. Nació en Maracay, Aragua, Venezuela. Fue ordenado sacerdote en 2015, y fue enviado ese mismo año a misión a Camboya. Es actualmente miembro del Consejo Central de la SME y Director del servicio de animación misionera.