Llamados a Sembrar Esperanza y a Construir la Paz 

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Conversatorio Misionero con Monseñor Vittorino Girardi


Monseñor Vittorino Girardi, obispo emérito de la diócesis de Tilarán-Liberia, Costa Rica, fue el invitado especial de nuestro conversatorio misionero, como parte de las actividades realizadas en la semana de oración por las vocaciones 2024. Bajo la inspiración del tema principal del Papa Francisco para la jornada de este año: Llamados a sembrar esperanza y construir la paz, Mons. Vittorino ha compartido su mensaje:


"Ser cristiano es ser sembrador de esperanza", afirma. Sembramos esperanza pues somos imágenes del infinito. Esta premisa debe trazar el contorno de nuestra espera. ¿Cuál es la razón de mi esperanza?


"Sin esperanza, los enigmas de la vida se quedan sin resolver" - asevera Mons. Vittorino. Nosotros, discípulos y discípulas del Resucitado, estamos urgidos a ser signo de esperanza, a ser sal y luz del mundo. Especialmente en estos momentos, donde algunos gobiernos y gobernantes proclaman: liberemos a los pobres del sufrimiento, disfrazados de bondad a los pobres, enfermos, débiles y marginados. Hagamos ley la eutanasia, pues es un acto de bondad para los que sufren. 


Continúa Mons. Vittorino su intervención recordando la parábola de Jesús  “la sal, en sí misma, no sirve. Sin embargo, da sabor desde su simplicidad. De la misma manera, el discípulo misionero de Cristo está llamado a dar sabor al mundo desde su ambiente de vida." 


Dios es el término


"¿En qué creen los que dicen no creer? ¿En qué esperan los que dicen no esperar? – se pregunta. “Si nadie me espera al final del camino, entonces podemos caer en el sinsentido. Pero si es Dios, mi Creador, el que da sentido a mi vida, entonces Dios mismo es la meta."


Por ser Dios nuestro punto de partida y punto de llegada, somos portadores de esperanza. “Si me hunde la nada – afirma- ¿qué me importa si Dios existe o no? O Dios me resuelve a mí la muerte, o a mí ¡Dios no me sirve! Por eso, la esperanza termina poniendo orden en el mundo”. 


La esperanza, hermana pequeña de la caridad y de la fe, camina de la mano con ellas. Aunque la esperanza es pequeña y aparentemente débil, es, en cierto modo, la que conduce a la fe y a la caridad por los caminos y senderos de esta vida. “Sin esperanza escatológica no hay mística y sin ésta, no hay héroes” – asevera con convicción Mons. Girardi.


Nadie está exento de la duda existencial sobre el sentido de la vida. Especialmente en los eventos más importantes de la propia vida, nadie puede sustraerse por completo a la mencionada pregunta: ¿para qué he venido al mundo? 


A este problema sólo Dios da una respuesta plena y absolutamente cierta. Dios, que llama al ser humano a pensamientos más elevados y a una búsqueda humilde de la Verdad.
"La Iglesia sabe perfectamente que su mensaje sintoniza con los deseos más profundos del corazón humano cuando reivindica la dignidad de la vocación del ser humano, devolviendo la esperanza a quienes desesperan de sus más altos destinos”. El mensaje cristiano, lejos de empequeñecer al hombre, ha de difundir luz, vida y libertad para el progreso humano. Esto lo entendió muy bien San Agustín al afirmar:  "nos has hecho, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti".
Aquello que más deseas puede hacerte sufrir, si no está Dios en el centro de tus anhelos más profundos.


“Somos ciudadanos del infinito – vuelve a insistir Mons. Vittorino. Hemos sido creados para el Amor desde el amor. La esperanza que nos mueve está sustentada en un Dios loco de amor por el ser humano”.


La santa de la sonrisa


Monseñor Vittorino recuerda en su exposición a Josefina Bakhita, una santa sudanesa que vivió la esclavitud. A pesar de las adversidades de su vida, Bakhita nunca abandonó la esperanza. A menudo es llamada la santa de la sonrisa. "Su cuerpo estaba marcado por el látigo. Hecha esclava desde la infancia, cuando se hizo monja siendo mujer libre, llegó a decir que sin esa terrible experiencia no habría conocido al Creador, al dueño de todo".  Josefina Bakhita estaba acostumbrada a los "amos" en su esclavitud. "Ahora que soy cristiana descubro que mi dueño es el Creador" dijo Bakhita. Podemos decir sin miedo que Bakhita es una cantora de esperanza. 


Un canto perenne a la vida


Nada de lo que Dios ha creado debe hacernos daño, o debe hacernos sufrir. La verdad suprema es la Vida. Y la mejor buena noticia que hay, lo mejor que podemos anunciar es que la muerte ha sido vencida. El cristianismo es una buena noticia. Proclamamos la alegría del Resucitado. Y por eso debemos ser mensajeros de esperanza. 


“El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá” (Jn 11,17-27. El cristianismo es por tanto un canto perenne a la vida.


Ser constructores de Paz


¿Puede decirse que la “muerte” es motivo de esperanza? Para Mons. Vittorino la respuesta es un rotundo “Si”. Es que, en la tradición judía la palabra muerte significa lo que nos separa de Dios. Para el creyente, para quien reconoce a Cristo como el Resucitado, el vencedor de la muerte, la muerte no tiene la última palabra. “Me atrevo a decir – asevera- que el día más bonito para un misionero, es el día de la muerte. La muerte no nos gana. El sin sentido, no nos gana. La desesperanza y el pesimismo no nos derrota. La vida triunfa sobre la muerte”. Por eso, nada nos puede separar del amor de Cristo (Rom 8). 


Jesús se aparece a los discípulos como el Resucitado crucificado. Con sus heridas y manos abiertas. Su primera palabra es siempre: La paz sea con Ustedes. Jesús ha triunfado sobre la muerte, renovando así las esperanzas de sus amigos, regalándoles su paz. Un misionero es, por tanto, anunciador y constructor de la paz. (Mt. 10,11). 


La paz no es una ganga 


Jesús anuncia constantemente la paz, nos deja su paz. Sin embargo, encontramos en los evangelios fragmentos aparentemente contradictorios. En el mismo pasaje en el que Jesús envía a sus discípulos a llevar la paz al mundo, el mismo Jesús expresa: No piensen que he venido a traer paz, sino guerra/división (Mt. 10,34). ¿Qué significa esto?
Razona Mons. Vittorino: el asunto es que “la paz cristiana no es barata, implica una lucha constante. Es una lucha entre las sombras y el fatalismo, contra la luz y la esperanza. Si el mundo les odia, dice Jesús, recuerden que a mí me odiaron primero”.  


Nicodemo, por ejemplo, vivía una lucha constante, una lucha interior. Nicodemo entró en un proceso de conversión. La paz cristiana es fruto de la conversión. “La paz cristiana, es la paz de una persona perdonada. Quien acoge a Cristo, anuncia la paz. Uno anuncia y proclama lo que habita en él. Lo que habita en ti, ¡eso es lo que comunicas! La paz sólo se comunica si habita en ti, siendo hombre un hombre perdonado".


De Saulo perseguidor a Pablo el perdonado


Ante los pies de Saulo colocaron las túnicas de Esteban cuando era apedreado (Hechos 7:54-60). Saulo era muy joven cuando fue testigo de la lapidación de Esteban. El que era muy joven lo confirma el hecho de que no podía apedrear. En el camino a Damasco, el antiguo perseguidor de cristianos, encontró al Señor. Vivió un proceso de conversión personal y de cambio. Vivió un proceso de perdón. Pablo se convierte en discípulo y misionero, al sentirse perdonado y amado. Y luego, proclama lo que ha visto y oído.
Pablo es hombre reconciliado porque vive la paz que solo Cristo puede dar.


Es cristiano es un vencedor del pesimismo


“En Gálatas 5,22 – continua con su reflexión Mons. Girardi-, Pablo habla de renacer del agua y del espíritu para ser testigos de esperanza”. 
Son de Cristo los que han sido crucificados por la carne. Cuando se utiliza la palabra “carne” se hace referencia al ser humano. Es decir, son de Cristo todos los seres humanos. Y es Cristo mismo, el Resucitado, quien nos invita a anunciar la paz y a ser constructores de un mundo nuevo. Esa es nuestra esperanza.



Vittorino Girardi Stellin, M.C.C.I. (24 de marzo de 1938, Lendinara, provincia de Rovigo, Italia) 


Fue ordenado sacerdote el 30 de marzo de 1963 en la Basílica Mayor de San Juan de Letrán (Roma).
Obtuvo el Doctorado de Teología en Roma en 1982 y el Diplomado en Filosofía del Ateísmo y Pastoral de la Acción Católica por la Conferencia Episcopal Italiana y en Mariología por el "Marianum" de Roma.


Desempeñó su misión sacerdotal en varios países: España, Kenia y México. Ha sido profesor en prestigiosas universidades y desde 1993 reside en Costa Rica, donde fue formador del Seminario Comboniano en Sagrada Familia y profesor de la Universidad Católica, Universidad Juan Pablo II y el Instituto Teológico de América Central.


En 2002 es nombrado Tercer Obispo de la Diócesis de Tilarán-Liberia. Cargo que ocupó hasta el 6 de febrero del 2016; convirtiéndose en Obispo Emérito de la mencionada diócesis.